Comentario previo: Este poeta sevillano es un clásico del amor. Cuando de ello se trata qué mejor recordar este hermoso poema, tantas veces citado y estudiado como un modelo de sensibilidad y estructura poética. Hablarle a una mujer -diosa para el poeta-, recordar el amor que los cegó y, de manera enfática, asegurar que nadie podía amarla como él; hace de este poema un maravilloso clásico para disfrutar.
Reflexiones antojadizas
La claridad es el barniz de los maestros
Poema. VOLVERÁN LAS OSCURAS GOLONDRINAS (Gustavo Adolfo Bécquer)
Poema. LA CALLE (Octavio Paz)
Comentario previo: Octavio Paz nos deja perplejos con un poema que admite no dos, ni tres, ni cuatro; sino que innumerables interpretaciones. Yo me la juego por decir que todo se traduce en que sólo somos presente: nada más existe.
Miguel Ángel Merino
Es una calle larga y silenciosa.
Ando en tinieblas y tropiezo y caigo
y me levanto y piso con pies ciegos
las piedras mudas y las hojas secas
y alguien detrás de mí también las pisa:
si me detengo, se detiene;
si corro, corre. Vuelvo el rostro: nadie.
Todo está oscuro y sin salida,
y doy vueltas y vueltas en esquinas
que dan siempre a la calle
donde nadie me espera ni me sigue,
donde yo sigo a un hombre que tropieza
y se levanta y dice al verme: nadie.
(fin)
Columna. EL ARTE DE LA PALABRA (Carlos Peña)
Comentario previo: Carlos Peña comenta un episodio lleno de emotividad: el nuevo presidente electo Gabriel Boric, con astucia y arrojo, se paró frente a los empresarios más importantes del país y leyó un poema. El fondo de todo refiere a las expectativas que se tiene del otro, a los prejuicios que nos nublan y limitan nuestra forma de ver el mundo.
Miguel Ángel MerinoSi se atiende a las reacciones que suscitó su discurso en la Enade —y se pone a un lado esa tontería de creer que los mercados se ponen nerviosos o, en cambio, se tranquilizan, como si tuvieran alma—, no cabe duda de que el Presidente electo mostró talento.
Con frecuencia la impresión que las personas nos causan es el resultado inverso de la expectativa que teníamos respecto de ellas. Si usted cree que alguien se comportará de manera desagradable o agresiva, entonces la más mínima cortesía de su parte le parecerá un gesto de hermandad. Si usted piensa que alguien es su enemigo, entonces cuando él le extienda la mano usted pensará que se trata de San Francisco. Y a la inversa. Si usted espera que alguien sea amable y comprensivo, la menor discrepancia le parecerá una agresión. No es pues el comportamiento del otro lo que causa estas reacciones, sino su propia expectativa acerca de él. En suma, la manera en que evaluamos el primer encuentro con los otros dice más de uno que de ellos; refleja más los prejuicios que tenemos que los hechos que experimentamos.
Es lo que ocurrió a los asistentes al encuentro de la Enade.
Fue la expectativa que tenían acerca del Presidente electo lo que explica que, luego de oírlo, lo hayan evaluado tan bien. Tan bien que al leer las reacciones que recogió La Segunda este viernes (con fotos incluidas) da vergüenza ajena. Pero ¿qué esperaban los asistentes a esa reunión? ¿Que el Presidente electo los agrediera, los insultara, dijera que los equilibrios fiscales no importan, que los acuerdos son cosa del pasado, que hay que derogar el mercado y cosas así? Parece que sí, porque de otra forma no se explican las reacciones exageradamente laudatorias que sus palabras suscitaron. La verdad es que el Presidente electo reiteró cosas generales y bien pensantes que están en el ambiente —que la productividad importa, que hay que reducir la incertidumbre, que pertenecemos al mismo país, que hay que cuidar la naturaleza— y no dijo nada, o dijo muy poco, acerca de las políticas que llevará adelante y los costos que ello supondrá a la hora de ejecutarlas.
Y (si descontamos que en democracia los modales son el deber básico en la interacción) aquello último es lo verdaderamente importante a la hora del manejo del Estado.
Pero no, los asistentes a la Enade de pronto se vieron anestesiados con el poema de Lihn y los buenos modales del Presidente electo, mostrando así no lo bien que lo hizo Boric, sino lo mal que ellos pensaban acerca de él. Solo cabe esperar que el Presidente electo no padezca el mismo fenómeno que la audiencia de Enade: que por esperar que lo abuchearan encuentre que quienes estaban allí (los asistentes, por favor, no los mercados) eran, después de todo, gente razonable dispuesta a cooperar con su gobierno y aplaudir lo que haga o decida hacer siempre que lo haga con buenos modales.
Todas esas reacciones positivas (motivadas como ya se dijo por las expectativas más que por otra cosa) están muy bien, desde luego, como muestra de ánimo cooperativo; pero se entendería poco de lo que está ocurriendo en Chile si se olvida lo obvio y que el propio Presidente Boric ha hecho explícito: él ha dicho que no existe tal cosa como un Boric I y un Boric II, puesto que él, subrayó, mantiene sus convicciones.
Y ese es el punto.
Una cosa es el diagnóstico que el Presidente electo tiene del Chile contemporáneo y el horizonte de transformaciones a que aspira, y otra distinta son las limitaciones del entorno, limitaciones políticas y económicas, de las que solo un tonto (y el Presidente no lo es en modo alguno) podría hacer caso omiso. De donde se sigue que las palabras del Presidente electo ante la Enade equivalen a hacer de la necesidad una virtud: presentar las restricciones a que obliga el entorno, como decisiones voluntarias o cambios en el propio punto de vista.
Como se recordó, el Presidente Boric comenzó con una cita de Lihn que emocionó hasta el temblor a algunos de los asistentes. Pues bien, y para que se enteren, entre las otras cosas que Lihn escribió se encuentra una novela sobre la manera en que en Latinoamérica se hace política. El narrador de esa novela dice que tiene que escoger “entre el silencio y la cháchara” y opta por una mezcla de los dos. El Presidente Boric hizo algo parecido; aunque con mucho más talento.
Y los asistentes a la Enade, mientras, conmovidos, se enjugaban las lágrimas, debieran enterarse que la novela de Lihn, que retrata las idas y venidas de la política que Boric ejecutó, se titula “El arte de la palabra”. (fin)
Columna. CASA TOMADA (Cristián Warnken)
Miguel Ángel Merino
Hay gente que se alegra por esto; yo me siento expulsado de esta "casa tomada", como en el cuento de Cortázar. La casa es el domicilio del hombre, sin ella estaría a la intemperie, deshabitado. ¡Qué más humano que una casa! "Mi casa", decimos, y en esas palabras estamos diciendo algo muy íntimo de nosotros mismos.
Siempre he creído que las casas están vivas, que hablan incluso de los moradores que se fueron. Por eso es tan fuerte la demolición de una casa. En esa pared hubo adosado alguna vez un viejo piano, ahí tocaron a dos manos el padre y la hija; en el muro, todavía hay un hueco difícil de llenar. Por esa escalera bajaba todos los días puntualmente con su mamadera y su osito el niño que ya no está. En esta mesa amplia, todavía parecen escucharse las voces de los comensales, las copas entrechocándose en el brindis, las conversaciones y las risas.
Conversen alguna vez con una casa vacía: las casas hablan, a veces lloran. Cuando una cañería vieja se rompe en mi casa, yo digo "la casa está llorando". Eso es porque nosotros las cargamos con nuestra energía, como si ella fuera la prolongación de nuestro cuerpo y de nuestra alma. Cada acto doméstico al interior de la mesa tiene la sacralidad de la atávica acción de habitar, de estar en el mundo.
¿A qué genio un poco demente de Silicon Valley se le ocurrió la "genial" idea de crear un programa que sustituya al morador en las acciones que le dan vida a una casa? ¿Quieren facilitarnos la vida? Yo no quiero que me faciliten la vida. No quiero tener controlada y mapeada toda la realidad. Necesito que haya un poco de azar, de incertidumbre, de suciedad, de desorden, de vida. Necesito levantar los platos de la mesa, sacudir las sábanas, abrir las puertas, hacer el aseo, encontrarme con sorpresas. Con un grillo, por ejemplo, fieles compañeros de mi biblioteca, o con una araña (no de rincón, claro), para decirle el viejo dicho francés: "Araigné du matin, chagrin/araigné du soir, espoir" ("araña de la mañana, pena; araña de la tarde, esperanza").
Pero en esta casa tecnológica, todo se hace por zapping, hasta el amor. Cada hijo en su respectiva pieza cuenta con todos los dispositivos tecnológicos para autoabastecerse y movilizarse en todas las plataformas. Para que "naveguen" sin salir de su propia pieza, para que no vayan a cansarse en esa larga expedición desde su privacidad hasta el espacio común. ¿Comer juntos? ¿Qué es ese anacrónico ritual?
En la casa domótica los niños no gritarán ni saltarán, sino que acariciarán pantallas. Será una casa silenciosa, sin peleas, sin conversaciones ni llantos, ni abrazos, ni lágrimas. Una casa antiséptica, la casa perfecta, muerta. La casa tomada. Tomada por los computadores, las consolas, las pantallas. ¿Han visto cómo en la cocina el horno se prende solo, y unos huevos saltan por el aire para hacer una omelette teledirigida? ¿O al bebé arrullado por una máquina de música programada para las 24 horas? Incluso se escucha en la noche una voz grabada que recita el padrenuestro. Por si alguien en la noche -un niño- se siente solo en el abismo de las redes virtuales, y necesita todavía el "padre nuestro". ¿Dios? ¿Para qué? ¡Si ahora Google es Dios!
En esta casa, los moradores irán desapareciendo de a poco, como la familia del poema de Juan Luis Martínez "La desaparición de una familia": "Esta casa no es grande ni pequeña/pero al menor descuido se borrarán las señales de ruta/y de esta vida, al fin, habrás perdido toda esperanza". No está lejos el día en que veamos a un hombre gritando por las calles "¿Dónde está mi casa, dónde?", buscando un domicilio que ya no existe. Y una casa vieja, abandonada, llorará por él y por todos nosotros, niños huérfanos, sin domicilio ni infancia.. (fin)
Columna. INFATUACIÓN MORAL (Agustín Squella)
Pretenderse moralmente superior, pretender enjuiciar éticamente al resto como un ejercicio diario permanente; resulta ser una situación cotidiana que rige la vida de la mayoría de nosotros.
Miguel Ángel Merino
Hay también una fatuidad moral, o sea, la presunción de ser poseedor de verdades morales de las que otros carecen y a los que el engreído moral considera urgente acercarse para iluminarlos y mostrarles el camino que deben seguir en cada una de las encrucijadas en que la vida pueda ponerlos. Así como otros se exhiben como privilegiados desde el punto de vista de su capacidad intelectual, su posición social o su situación económica, los sujetos moralmente fatuos se consideran depositarios de verdades morales ajenas a toda duda y se sienten llamados a transmitirlas y hasta a imponerlas a los demás. Un individuo moralmente infatuado no busca el diálogo para cotejar y eventualmente cambiar o corregir sus creencias de orden moral, sino que se acerca a sus semejantes para convertirlos a sus propias convicciones en este campo. Es fácil que un sujeto moralmente fatuo se transforme en un fanático, en alguien que fracasa en su intento por transformarse en tutor moral de los demás y que, ofuscado por la ceguera de su prójimo, proceda simplemente a eliminar a este. La historia pasada y presente de la humanidad abunda en ejemplos a este respecto.
Pero hay otra manifestación de la fatuidad moral, menos agresiva, pero igualmente insoportable para cualquier persona adulta que tenga que hacerle frente. Me refiero a la presunción que consiste no en ser poseedor de verdades morales reveladas que transmitir a los demás, sino en sentirse éticamente superior al resto, algo así como un ejemplo de vida que los demás deben seguir, un sujeto moralmente intachable o que cree poseer un discernimiento moral prodigioso que poner al servicio de los demás, y que se adjudica el derecho a transformar todos los temas en problemas morales y, por tanto, en una oportunidad para emitir enjuiciamientos éticos a diestra y siniestra, casi siempre condenatorios, como si todos quienes escuchan sus palabras lo hubieran investido de una vocería moral vitalicia.
Ese segundo tipo de fatuidad moral está volviéndose cada vez más frecuente entre periodistas, columnistas de opinión, y panelistas y conductores de programas de televisión. Para algunos de ellos, todos los hechos que analizan y las informaciones que transmiten tienen siempre un grave contenido moral que debe ser enjuiciado de la exacta manera en que ellos lo hacen. Un periodismo exageradamente normativo, podría decirse, en el que la severa posición editorial de quienes lo hacen antecede incluso a la mención clara y completa de los hechos que la motivan. Es como si un diario pusiera su editorial en la primera página y los titulares con las noticias en páginas interiores. Un periodismo que se siente poseedor de un especial discernimiento moral que poner al servicio del público. De más está decir que cualquier columnista -incluido el que ahora escribe- puede sucumbir a la tentación de creer que lo que los lectores, radioescuchas o televidentes esperan no son análisis, sino prédicas, como si una súbita minoría de edad moral hubiera caído fatalmente sobre ellos.
Podríamos frenar el avance de ese fenómeno reparando en que, por fortuna, no todo lo que ocurre tiene siempre relevancia moral. No todo cae necesariamente en el ámbito de la moral social o de la moral personal, de manera que haríamos bien en liberarnos de la carga que significa estar dando a cada rato juicios morales sobre la conducta privada o pública de los individuos. Antes de decir cómo deben pensar moralmente los demás, es preciso aclarar bien sobre qué es lo que vamos a pensar desde un punto de vista moral. Es así como descubriremos que no todo cae bajo la esfera de la regulación moral y que nadie tiene una condición moral tan sobresaliente como para alardear ante los demás. (fin)
Poema. PÉTALO A PÉTALO, MEMORIZÓ LA ROSA (Ángel González)
Cuánto la imaginación nos hace desvivir. Cuánto la imaginación logra que lleguemos de manera presurosa al desencanto, a la desilusión.
Miguel Ángel Merino
Columna. TRANQUILO, SENADOR, TRANQUILO (Cristian Warnken)
Miguel Ángel Merino
Senador Pizarro: no renuncie, quédese tranquilo ahí donde está, instalado en su confortable y merecido sillón senatorial y a la cabeza de un partido "demócrata" y "cristiano", su gran aval moral. No se agite de más, entonces: nada pasará, sus camaradas le perdonarán todo. ¡Es que son tan misericordiosos! Harán vista gorda como ya antes lo han hecho con casos tal vez peores que el suyo.
Todo seguirá igual o si cambia será "lampedusianamente" ¿Conoce a Lampedusa, el escritor siciliano que en la novela "El Gatopardo" inmortalizó la frase: "que todo cambie para que todo siga igual"? Me imagino que ese debe ser el libro de cabecera de la clase política hoy y el suyo: ahí está la fórmula y el método. Es tan sencillo. Hacer como si las cosas cambiasen para que no cambien, reescribir las leyes de transparencia a la pinta de los grandes partidos, echarse al bolsillo la crisis de confianza brutal que golpea al país, decir como decía ese gran relator de partidos de fútbol: "aquí no ha pasado nada, pero estuvo a punto de pasar".
¿Para qué inquietarse, entonces, con la indignación de los ciudadanos de su distrito? ¡Son unos malagradecidos esos coquimbanos, claro está! "Malagradecidos", esa es la palabra talismán que han usado dirigentes de todos los colores de nuestra historia, entre ellos el general Pinochet, cuando lo abandonaron. ¿Se acuerda? También se la escuché, en un viaje que acabo de hacer a Cuba, a unos militantes del Partido Comunista, cuando les dije que percibía un descontento generalizado entre los cubanos hacia el régimen: "son unos malagradecidos", me dijeron. Es que la gente no valora los desvelos, los sacrificios, los viajes distritales, la dieta parlamentaria que no alcanza para nada (hay que alimentar a tanto asesor y operador que anda por ahí).
¡Mire que cobrarle un viajecito a ver un mundial de rugby! ¡Si no es para tanto! ¡Si hay alcaldes que se han ido a Las Vegas a gastarse el erario municipal! ¡Además, ilustrísimo, esto fue apenas un terremoto de magnitud 8.4 en la escala de Richter, un tsunami poco! Es como lo del informe verbal de sus hijos. Si usted lo explicó tan bien. Hasta acuñó un nuevo término: es que el lenguaje es tan importante. Debiera también inventar un neologismo para resignificar este viaje.
Eso sí, hay que reconocerle, senador, que usted tiene resistencia de rugbista: no lo bota nada, nadie lo saca de su posición (¿cuál sería esa en jerga de su deporte favorito?). Lo único que se le manifiesta, eso sí, es en la cara una sensación de molestia, de hastío ante la ingratitud popular. Le recomiendo que sea más "cara de palo" todavía, coméntelo con sus asesores de imagen, me encontrarán razón. Ya lo han sacado a la pizarra dos veces, y todo se le ha perdonado. Es que, claro, un partido como el suyo, que se dice cristiano, debe perdonar tres, cuatro, mil veces si es necesario y poner la otra mejilla. Eso resulta bien en Chile: pedir perdón públicamente, ojalá con los ojos llorosos.
Hemos tenido a arzobispos pidiendo perdón por correos viperinos o a senadores y jugadores que violan leyes de tránsito o hacen gestos "educativos" para nuestra juventud (como el del dedo ese de Jara). ¡A todos ellos se les ha perdonado todo! Tranquilo, entonces, no se agite. Piense: al único al que no se le perdona nada es al ciudadano de a pie... Pero si Jesús lo dijo clarito: "muchos serán los llamados y pocos los elegidos"...Y usted es de los elegidos. Y por amplia votación. Y, a propósito, senador: ¿es verdad que no va a la reelección?
¿Está tal vez pensando pasarse del servicio público al sector privado, como está de moda hacerlo? ¡Entonces lo van a acusar de llevarse información privilegiada del Estado! ¡Ah, qué país este! No se puede jugar rugby, hacer negocios ni política tranquilos, y además de todo, no se deja a los hijos hacer sus "emprendimientos" en paz... Pero de los hijos ni hablemos, senador, porque como dijo el Quijote: "mejor no menearla". (fin)
Poema. LO FATAL (Rubén Darío)
Miguel Ángel Merino
Extracto de libro. LA TETERA DE RUSSELL (Bertrand Russell)
Miguel Ángel Merino
Libro. THE TOP FIVE REGRETS OF THE DYING (Bronnie Ware)
Miguel Ángel Merino
En Español, los cinco arrepentimientos de quienes proximan la muerte, se resumen en:
- El resumen de los 5 deseos en Inglés
http://www.inspirationandchai.com/Regrets-of-the-Dying.html
- 47 páginas del libro que aún no ha sido traducido al Español
http://es.scribd.com/doc/88957383/Top-Five-Regrets-of-the-Dying-by-Bronnie-Ware-Excerpt
Poema. REÍR LLORANDO (Juan de Dios Peza)
Reír llorando
(fin).
Frase. SOBRE LA TOLERANCIA (Edmund Burke)
Video. CALENDARIO CÓSMICO (Carl Sagan)
Poema. TÁCTICA Y ESTRATEGIA (Mario Benedetti)
Mi táctica es
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.
(fin).
Poema. GONZÁLEZ VIDELA, EL TRAIDOR DE CHILE. Epílogo (Pablo Neruda)
como huesos, como espinas americanas en el hirsuto lomo
de una genealogía de catástrofes: establecidos fueron,
enquistados en la miseria de nuestras poblaciones.
Cada día la sangre manchó sus alamares.
Desde las cordilleras como bestias huesudas
fueron procreados por nuestra arcilla negra.
Aquéllos fueron los saurios tigres, los dinastas glaciales,
recién salidos de nuestras cavernas y de nuestras derrotas.
Así desenterraron los maxilares de Gómez
bajo las carreteras manchadas por cincuenta años de nuestra
sangre.
La bestia oscurecía las tierras con sus costillas
cuando después de las ejecuciones se torcía el bigote
junto al Embajador Norteamericano que le servía el té.
Los monstruos envilecieron, pero no fueron viles. Ahora
en el rincón que la luz reservó a la pureza,
en la nevada patria blanca de Araucanía,
un traidor sonríe sobre un trono podrido.
En mi patria preside la vileza.
Es González Videla la rata que sacude
su pelambrera llena de estiércol y de sangre
sobre la tierra mía que vendió. Cada día
saca de sus bolsillos las monedas robadas
y piensa si mañana venderá territorio
o sangre.
Todo lo ha traicionado.
Subió como una rata a los hombros del pueblo
y desde allí, royendo la bandera sagrada
de mi país, ondula su cola roedora
diciendo al hacendado, al extranjero, dueño
del subsuelo de Chile: «Bebed toda la sangre
de este pueblo, yo soy el mayordomo
de los suplicios.»
Triste clown, miserable
mezcla de mono y rata, cuyo rabo
peinan en Wall Street con pomada de oro,
no pasarán los días sin que caigas del árbol
y seas el montón de inmundicia evidente
que el transeúnte evita pisar en las esquinas!
Así ha sido. La traición fue Gobierno de Chile.
Un traidor ha dejado su nombre en nuestra historia.
Judas enarbolando dientes de calavera
vendió a mi hermano,
dio veneno a mi patria,
fundó Pisagua, demolió nuestra estrella,
escupió los colores de una bandera pura.
Gabriel González Videla. Aquí dejo su nombre,
para que cuando el tiempo haya borrado
la ignominia, cuando mi patria limpie
su rostro iluminado por el trigo y la nieve,
más tarde, los que aquí busquen la herencia
que en estas líneas dejo como una brasa verde
hallen también el nombre del traidor que trajera
la copa de agonía que rechazó mi pueblo.
Mi pueblo, pueblo mío, levanta tu destino!
Rompe la cárcel, abre los muros que te cierran!
Aplasta el paso torvo de la rata que manda
desde el Palacio: sube tus lanzas a la aurora,
y en lo más alto deja que tu estrella iracunda
fulgure, iluminando los caminos de América.
(fin)